sábado, 15 de diciembre de 2007

La fiesta desde el interior


La multitud de personas que invaden nuestras calles conviven y se relacionan tanto con los demás como con el hábitat. Sus acciones diarias se convierten en la praxis compartida con la naturaleza. Nada cambia en la rutina. Exaltamos lo diferente y probamos. Nuestro itinerario de acciones se cristianiza al expresar nuevas emociones.

Un conjunto de circunstancias acumuladas provocan un ambiente de inquietud excitado a su vez por el explorador. Diferentes vivencias controladas convocan un juego en la calle, conducido por música y destellos; compartiendo las experiencias con los demás ciudadanos.

Este juego se convertiría en una fiesta concurrida cualquier ciudadano, teniendo en cuenta que la presencia de cada uno de ellos, a menudo va a ser involuntaria, lo que evidencia realmente como funciona este juego.

Propongo la distribución de focos de luz enfilados hacia unas mayas blancas, una tela, o un material plástico, que se coloquen tanto aleatoria como estratégicamente por la calle. También le acompañarían unos altavoces con música en determinados lugares para llamar la atención del ciudadano. Estas mayas irían dispuestas en medio de una plaza o paralela a una acera; lo ideal seria enfrentar las mayas a un muro ciego para poder contemplar las reacciones de los habitantes ante la situación.

Podría ocurrir cualquier cosa ya que hemos montado la fiesta en medio de la calle y sin generar una invitación, ni una elección de los concurrentes. El vecino se invita solo, por lo tanto se genera un cúmulo de acciones heterogéneas que desafiarían a la gravedad del proyecto.

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